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Editorial de "El Trabajador Aceitero y Desmotador" número 6
La clase trabajadora ganó la calle: ¿qué se juega en la ronda paritaria 2017?
La primera quincena de marzo de 2017 seguramente será recordada por varios motivos. Pero hay una síntesis ineludible: la clase trabajadora organizada ha ganado la calle demostrando la potencialidad de su fuerza.
Las imágenes del tumulto al final del acto convocado por la CGT y el “copamiento” del escenario abandonado -repetidas hasta el cansancio en los medios de comunicación-, no empañarán esa evidencia.
Las históricas movilizaciones de los docentes el día lunes 6 de marzo, la marcha de la CGT al Ministerio de Industria el martes 7 –quizás la movilización de masas más grande en lo que va de este siglo-, y el Paro Internacional de Mujeres del 8M, demuestran que las trabajadoras y los trabajadores están más que dispuestos y concientes para defenderse frente a las políticas neoliberales y de flexibilización laboral que, de ser unas simples amenazas, se convirtieron en una cruda realidad que golpea a toda la sociedad.
Se trató de tres movilizaciones masivas, que no pasarán inadvertidas en el escenario político actual. A quince meses de haber asumido, el Gobierno Nacional debería tomar nota de que su crédito inicial está encontrando un límite.
Por otro lado, como otras veces en nuestra historia, el típico reflejo conservador de la CGT se vio sobrepasado por los trabajadores que en la movilización del 7/3 exigieron ponerle fecha al paro general. Frente al quietismo de los dirigentes, no deja de ser una buena noticia: la clase trabajadora está viva y pugna por reaparecer como actor social clave de la etapa.
El paro general es un hecho, si bien al momento de escribir esta nota editorial no se anunció una fecha concreta. Y es claro que ese es el camino, de modo de enfrentar las políticas regresivas en forma unificada y contundente.
Pero eso no implica delegar únicamente en la CGT o en las centrales sindicales la posibilidad de dar pelea. La responsabilidad de defendernos la tenemos primeramente cada sindicato y cada Federación.
Parte importante del plan económico del gobierno supone la reducción del salario real. Sencillamente, que los aumentos salariales sean inferiores a la inflación, y así los empleadores se quedarán con una parte más grande de lo que produce nuestro trabajo. Lo de siempre: bajar salarios para aumentar ganancias.
Que ese plan triunfe o no, depende entonces de cada paritaria. Por supuesto, si en ese contexto sumamos un paro general o un plan de lucha de la CGT, mucho mejor. Pero aún en ese caso, sin sindicatos que den la pelea cada uno en su ring, no habrá posibilidades de éxito.
Nuevamente entonces debemos señalar aquello que nuestra Federación tiene muy claro desde hace años, pero que no logramos se convierta en un planteo extendido del movimiento obrero: el salario mínimo vital y móvil como piso de cada negociación.
Recordemos el artículo 116 de la Ley de Contrato de Trabajo: “Salario mínimo vital, es la menor remuneración que debe percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión”.
Frente a este piso pierde relevancia la discusión acerca de la inflación futura y la inflación pasada, o los porcentajes. Lo que reclamamos en cada paritaria es un salario que sea suficiente para asegurar todo lo que el citado art. 116 LCT define como salario digno.
Pero como dijimos en la nota editorial del N° 5 de nuestro periódico (octubre de 2016): “muchos sindicatos negociaron este año subas salariales de más de un 30 %. Si la inflación de este año 2016 se promedia en un 35% por ejemplo (seguramente será más), se dirá que lo perdido es un 5%. Si se estima que la inflación de 2017 será de un 17%, el “techo” que intentarán poner el año que viene será de un 20 o 25%. Y así se viene anunciando desde el gobierno: la paritaria 2017 se pautará con miras a la inflación futura o metas de inflación para el 2017”.
Esa profecía se ratifica este año. El Ministro de Trabajo, Jorge Triaca, dijo: “La discusión es la siguiente: se tienen siete meses de un promedio de 1,5 % de inflación. Supongamos que lo queremos anualizar, da 18 % aproximadamente. Supongamos que la CGT tiene un número de 2% que da 24% anual. Si estamos en lo cierto se fija 18% y una cláusula gatillo para cuidar el poder adquisitivo del salario. No tenemos problema de que se lo discuta” (Diario Ámbito Financiero, 23/2/17, pág. 4).
Esa es la política salarial de este Gobierno, y la base de su modelo económico de transferencia de ingresos de los sectores populares al capital. Los aumentos de tarifas de servicios públicos, del transporte y demás golpes al bolsillo de los trabajadores sólo pueden absorberse si los salarios aumentan en la misma proporción.
En concreto: se instala que lo que se discute es la inflación futura (18 %), con una cláusula gatillo por si es mayor que la prevista. A lo sumo se adicionan unos puntos más, llegando al 24 %, que se consideran como de reparación de lo perdido en 2016. Así se resigna todo lo que la inflación de 2016 le hizo perder a los salarios reales.
Parece mentira que muchos sindicatos acepten los términos de esta discusión así propuesta, cuando desde 2004 venimos negociado –como mínimo-, la inflación pasada.
Pero es por eso que el debate hay que precisarlo en sus justos términos: Ni inflación pasada ni inflación futura, salarios mínimos vitales.
Nuevamente entonces dependemos de nuestra fuerza para doblegar la natural tendencia de las cámaras empresarias para desconocer este derecho, y además, según lo describimos aquí, para enfrentar esta política económica; pero sobre todo, para que este modelo no se imponga, necesitamos que esta bandera la levante el conjunto del movimiento obrero.
Hoy estamos realizando el Plenario Nacional de Delegados Aceiteros y Desmotadores de Algodón, el cual definirá el planteo a llevar a la paritaria que renovará el acuerdo vigente que vence el 31 de marzo. Se trata, como siempre, de ponerle número al salario mínimo vital y móvil. Pero si somos conscientes de que ello implica enfrentar la política de gobierno, tenemos que estar preparados para utilizar todas nuestras herramientas, con inteligencia y decisión.
Y si entendemos que nuestra exigencia de salarios dignos sólo podrá imponerse en una lucha generalizada que implica una necesaria modificación de la política económica, se convierte imprescindible que esto sea un clamor del conjunto de la clase trabajadora, el punto de partida de las reivindicaciones obreras; resulta impostergable comenzar una campaña de propaganda en cada fábrica, en cada parque industrial, hablar con cada compañero y compañera, repartir nuestro y periódico haciendo oír nuestra voz.
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