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Tiempo de cosecha

Boletín N°2, Marzo 2018 | Cosecha: temporada en la que se recogen los frutos. Del Diccionario de la Real Academia Española.

Con la cosecha de soja ya avanzada, las rutas repletas de camiones y los barcos en rada, los trabajadores y trabajadoras aceiteras volvemos a enfrentarnos a las patronales agroexportadoras en una nueva paritaria. Será una pelea que tendrá como telón de fondo el freno que impusimos a la Reforma laboral. Pero, al mismo tiempo, el gobierno ha recogido los pedazos de esa reforma e intentará hacerlos entrar en cada planta en forma gradual en las negociaciones colectivas y en los nuevos proyectos de ley. Para esta nueva estrategia cuenta con el apoyo incondicional de las patronales y de esos sindicatos que siempre fueron, son y serán oficialistas y amarillos.

Grandes sindicatos nacionales, como Comercio y la Unión Ferroviaria, o pequeños, como el aceitero de San Lorenzo, están dispuestos a firmar el tope salarial del 15% y a modificar o cambiar sus convenios colectivos. No tienen problema en flexibilizar todo lo que pida el empresario en nombre de “la modernización”. Y ya sea por miedo al carpetazo o a cambio de vaya uno a saber qué cosas, esta lista crece día a día y condena a muchos de nuestros compañeros de clase a una reducción de su salario real y a un retroceso en sus condiciones de trabajo. “El problema de estos sindicatos es que están conducidos por empresarios” suele decir un veterano dirigente.

Pero como a toda acción le sigue una reacción, el 21 de febrero nos volvimos a encontrar en la calle, marchando junto a sindicatos y movimientos sociales que no están dispuestos a rendirse.

Despedir para disciplinar.

Las patronales advierten que el péndulo está de su lado y buscan sacar el mayor provecho y lo más rápido posible, y las empresas aceiteras no son la excepción. Eso lo vimos en la decisión que tomó Cargill, la principal exportadora de la Argentina, que despidió a 45 trabajadores. No tienen problemas de caja, quieren sembrar el terror entre los trabajadores y trabajadoras. Los balances de Cargill muestran que incrementó sus ventas en un 85% en los dos primeros años del gobierno de Cambiemos. Facturó 55.100 millones de pesos sólo en el 2016 y su costo salarial -el peso de los salarios en la facturación- descendió de un 2,5% en 2015 a un 1,9% en 2016. Es decir, de cada 100 pesos que juntan, menos de 2 pesos se van a salario. En Cargill no hay crisis, no hay cierre de sectores ni de turnos, no hay achique de plantilla, sólo una decisión de despedir para disciplinar.

Somos todos de primera.

Y a nivel nacional las patronales también toman coraje. En la paritaria aceitera cuentan con doble representación: sus gerentes y abogados trabajan codo a codo con los funcionarios del Ministerio de Trabajo, que actúa como una gran Gerencia de Recursos Humanos. Por eso, siguen la partitura oficial, ofertan un 15% de aumento y proponen modificar a la baja las condiciones de trabajo. Incluso, vuelven a la carga con su intención de discriminar los salarios de acuerdo a la empresa en que se trabaje, su capacidad de molienda y su ubicación geográfica. Quieren crear aceiteros de primera y de segunda, como si las necesidades de nuestras familias fueran diferentes.

No hay que ser experto en economía para saber que los agronegocios fueron favorecidos de manera fabulosa por la política del gobierno nacional. Sus ganancias crecieron al ritmo de la devaluación del dólar y, además, fueron beneficiados por la reducción de las retenciones a las exportaciones, que les dio ganancias por 10 mil millones de pesos. Con esa baja de retenciones, les alcanza para pagar el 15% de aumento que pretende imponer el gobierno como techo paritario, sin poner un peso.

Pero nada de eso importa a la hora de la negociación salarial. Las aceiteras quieren bajar aún más lo que ellas -y el gobierno- llaman el “costo salarial”, que no es otra cosa que lo que nos pagan para que nosotros convirtamos los granos en aceite. Y, aunque las empresas corran con el caballo del comisario, no estamos dispuestos a rebajar nuestros salarios ni a perder derechos ni condiciones laborales. Tampoco vamos a permitir que haya despidos disciplinadores.

Nuestros frutos.

En las dos jornadas del Plenario Nacional de Delegados, del 14 y 15 de marzo, decidimos el camino a seguir. Fue un encuentro donde pudimos escuchar y debatir con dirigentes sindicales de distintas corrientes y con representantes de base de los conflictos que hoy atraviesan la realidad obrera argentina.

Oímos y nos solidarizamos con los azucareros del norte del país, los mineros de Río Turbio, las trabajadoras médicas del Hospital Posadas, los trabajadores del INTI y de la TV Pública.

La Federación Aceitera, los Sindicatos, el Plenario de Delegados y las asambleas que se vienen realizando en todo el país hemos ratificado sostener el principio fundacional de este sindicato: la lucha por un salario mínimo vital y móvil conforme su definición constitucional. Por eso hemos resuelto rechazar el tope salarial del 15% que intenta imponer el gobierno e iniciar un Plan de Lucha.

Nuestros salarios deben asegurarnos una vida digna para nuestras familias. Y está demostrado que perdiendo derechos y condiciones laborales no es cómo lo lograremos. Estamos dispuestos a dar la pelea hasta el final, con nuestras principales armas: la huelga, las asambleas y el poder obrero que venimos sembrando en cada fábrica del país.

Es tiempo de cosechar.


Boletín N°2, Marzo 2018
Imagen: Marcha de los trabajadores de Cargill en lucha y acto ante la Bolsa de Comercio de Rosario el 21 de marzo. Foto: Sofía Alberti.
Prensa F.T.C.D.I.O.D. y A.R.A.

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